El nombre griego de la conversión es “metanoia”. No es un cambio de forma, no es una “metamorfosis”, sino más bien algo parecido a una iluminación: una encendedura. Metanoia es un cambio de la psique: pero no es “piscologico”. Psique es “alma”.
Los artistas y especialmente el rock suelen tener el alma a full. Y las caídas y el levantarse son parte del rock desde el principio. La música y la cultura articula, el rock mismo, juega con los límites y los desafía.
El abismo es del rock. Pero el levantarse de la caída, es rock “modo Dios”. Juanse cuenta lo que cree y como lo cree. Dice que no cree “en” Dios, sino que le cree “a” Dios. Por eso lo que comparte no tiene el sabor del morbo de lo extremo de la caída, sino de lo extremadamente revitalizador que es pasar por la caída -del caballo, como en la conversión de San Pablo- y poder levantarse sobre los propios pies y ver más allá.
Juanse cita al teólogo Hans Urs Von Balthasar, el mismo que dijo que “la verdad es sinfónica” y que sólo el amor es digno de fe. Nada mejor que la conciencia del límite para encontrar el infinito. A eso, Juanse le pone rock.