En las últimas semanas propusimos un ciclo de reflexiones sobre la unidad y el despliegue del pensamiento de Francisco, recorriendo las distintas caras del poliedro que convoca su mensaje, y, al mismo tiempo, de lo que produce como efecto y respuesta en la opinión pública, mundial y nacional.

Abordando ahora una de sus intervenciones concretas, queremos plantear una reflexión sobre el Papa y su relación con los Estados Unidos, tomando como punto de partida las cosas que dijo en su viaje a ese país en 2016. Son dos los elementos que están en juego en esta práctica. Por un lado, es un punto donde a la figura de líder religioso se incorpora la dimensión de jefe de estado. Es donde la tríada de pensamiento, tradición y mensaje llega, finalmente, a plasmar una intervención, eclesial y política. Por otro lado, la intervención es en un centro del complejo armazón ideológico que orienta los imaginarios de Occidente desde hace ya por lo menos un siglo, y todavía hoy, en un momento de crisis global y temblor en las estructuras.

Para completar la lectura de esta nota, compartimos un dossier con todas las intervenciones del Papa en su viaja a Estados Unidos en 2016, que se pueden descargar acá

 

RESONANCIAS Y DIMENSIONES DE UN ENCUENTRO 

Pensando a Francisco -con toda su impronta de periferia paradigmática y a la vez “anómala”, para decirlo con un término #FF-, no es un núcleo menor abordar su vínculo con la potencia del norte. En un momento donde el mundo en general, y nuestra nación en particular, están definiendo su vínculo con los Estados Unidos al tiempo que allá Biden comienza su gobierno después de la etapa Trump, es siempre importante poder abordar esa relación, por lo demás obligado, de manera inteligente y compleja. Sea la negociación de la deuda, sea el viaje de un dirigente nacional en estos días, o sea el tema de la vacuna Pfizer, la coyuntura vuelve a manifestar todo lo que significa ese centro en las discusiones de nuestra política, sociedad y cultura. Con ese horizonte, además de seguir el eje de los modos del pensamiento del Papa, es que lo “usamos” acá para triangular una mirada sobre nosotros y más ampliamente las periferias y los pueblos con Estados Unidos.

Desde lo que pueden aportar a las reflexiones de las militancias, o dirigidas a los sentidos habituales que se encuentran en el campo popular, en Francisco hay una invitación a salir de los binarismos, de las lógicas y esquemas que replican de algún modo el esquema de las confrontaciones o antagonismos locales pero proyectadas en la geopolítica global. Una tendencia cuyo riesgo, quizás inevitable, es ubicar los personajes en “buenos y malos”, y así con cada actor global y con cada potencia mundial. Al mirar el modo en que Francisco interviene en su viaje apostólico de 2016 a Estados Unidos, y de qué manera interpela a la política norteamericana, a las Iglesias y a su pueblo, vuelve a quedar en escena que al interior de Estados Unidos existen luchas y disputas, segmentos encontrados, y, finalmente, un pueblo. Dato central a ser indagado y tomado en cuenta. ¿Qué significa hablar con el pueblo norteamericano, y qué implicancias puede tener esto?

También se cruza acá una dimensión de fondo. El primer impulso es siempre ver a Francisco como un Papa de las periferias. Sin embargo, abordar su relación con Estados Unidos permite rescatar el otro movimiento: el de Francisco como una figura de las periferias marchando hacia el centro. Siempre es bueno sustraerse de la tentación de hacer una “periferización folclórica” de Francisco, que en general acompañan una mirada romántica de las periferias mismas. La gracia de ver estos movimientos radica principalmente en poder hacer del gesto de reconocimiento de lo diverso, un modo de construir una unidad mayor de lo periférico para poder apuntar y tensionar al centro. Esa operación implica también, “factorearlo” en tanto centro, de cara a “sus” periferias internas y externas. 

 

 

VIAJE APOSTÓLICO AL SAGRADO CORAZÓN DEL CAPITALISMO 

 

1- LA AGENDA Y EL SÍMBOLO

En 2016, cuando Francisco aterrizó en Washington, la escena en Estados Unidos era muy diferente a la que vendría poco después. Lo recibió Barack Obama, que por entonces transitaba el último año de gobierno. El primer papa no europeo y el primer presidente negro en Estados Unidos. Y sobre eso, también resuena la geografía de los márgenes y los límites que puede encontrar Barack Obama, como símbolo histórico, con su progresismo y con sus gestos, en la estructura del Imperio y del gobierno que presidió. Quizás también sobre el papado del argentino.

Para entender el viaje hay que ponerlo en un espectro más amplio. Había empezado hacía ya unos días atrás, cuando Francisco visitó, inmediatamente antes, Cuba. Esa fue su condición para llegar a Estados Unidos. Ese fue su gesto en medio de un contexto de promoción para un acuerdo bilateral sobre el histórico bloqueo comercial a Cuba. Otra acción del Papa en su visita a los Estados Unidos fue ir al Congreso Mundial de Familias, en Filadelfia, en el marco de una iglesia norteamericana que presenta grandes problemas a la hora de ejercer su postura sobre las temáticas éticas más históricas, como el devenir de la familia o la moral sexual, y que está, al mismo tiempo, atravesada fuertemente por escándalos de abusos y pedofilia.

En el itinerario está el jefe de Estado, la diplomacia, el líder religioso, y también, más allá de estas dimensiones específicas, hay una figura convocante, masiva. Al fin y al cabo, es un viaje en el que termina en el escenario de un ícono pop, celebrando una super misa en el Madison Square Garden de Nueva York.

En un solo viaje se encuentran la geopolítica global, la que implica la relación centro-periferia y en particular norte-sur, con eje en América Latina (y en el caso de Cuba también los remanentes de la vieja relación este-oeste, de la cual Juan pablo II fue una expresión y un operador). También, la relación con una Iglesia Católica poderosa y conflictuada, en un país multirreligioso. Con un tema como “las familias”, que toca a varias bandas la agenda controversial que va desde los casos de pedofilia en la Iglesia hasta las cuestiones de moral sexual, pero también con desafíos pastorales y de inculturación del catolicismo como la presencia creciente de los latinos y los migrantes.

Y finalmente con una sociedad con transformaciones sociales, culturales y también políticas fuertes, que se verán retratadas luego con el triunfo de Trump. A todo esto se sobreimprime que pasar por USA implicó también hablar en las Naciones Unidas.

Si se revisan la agenda y las intervenciones, los dichos y los gestos, el itinerario y los encuentros, se puede hacer un ejercicio que se enriquece si se mira y entiende al Papa Francisco como una metáfora, una figura y una señal, un indicador de la presencia de los pueblos en el corazón del orden global. En esos términos seguimos el recorrido.

 

2- CAPITALISMO, RELIGIÓN, SUBJETIVIDAD

En su viaje a Estados Unidos, un Papa llega al corazón del capitalismo por partida triple. Al corazón económico, político, y también cultural. Porque los Estados Unidos de América son un faro para la imaginación global de lo que el capitalismo actualmente es y puede ser, con sus reliquias sagradas y sus ritos de consumo. Además, no es menor que en los Estados Unidos la síntesis entre la concepción económico-política del liberalismo, la cultura y concepción de la vida y el mundo y la religión sean un nudo central de su historia. Es el arco que va desde las reflexiones de Max Weber sobre la ética y el espíritu- de la reforma y del capitalismo a la dinámica que, con sus avatares históricos, continúa en la fase financiera, global y tecnológica actual. El país de residencia y origen de eso, el lugar concreto y simbólico de todo esto es sin dudas Estados Unidos. La industria cultural norteamericana, y, por lo tanto, la fuente cultural contemporánea de todo el mundo -especialmente de Occidente, pero con una influencia enorme en oriente-  opera la síntesis entre capitalismo y subjetividad, algo que, podría decirse, es una contrapartida de capitalismo y religión. La religiosidad del capital es el pastoreo de una subjetividad por la vía de la cultura. Un centro que es centro de muchas cosas.

Los textos y gestos de Francisco son el relato de un Papa del Sur, pero también de Roma, que viaja al centro, y ahí, en el Imperio vigente y cuestionado de nuestros tiempos, interpela a sus instituciones al mismo tiempo que reconoce sus logros. Esa es la imagen de Francisco en el capitolio norteamericano, desafiando a la industria armamentista. Las claves y los cuestionamientos están acompañados por el reconocimiento a la fuerza de Estados Unidos como faro de las democracias occidentales.

Se trata de un dogma discutible, como sabemos en la historia de nuestra tierra. Pero así funciona un imaginario global, y también en las periferias, donde el mensaje de Francisco toma una forma de interpelación. Que la democracia norteamericana es un faro de luz de las periferias, y las orienta, es algo real. ¿En qué deriva ese faro? Esa es la otra parte de la historia. 

 

3- LA GUERRA

En los discursos del viaje, Francisco denuncia la guerra y sus esbirros: la industria armamentista y el negocio de la muerte. No lo hace en abstracto sino que le habla al corazón de los que tienen que levantar la mano para aprobar una invasión. Se dirige al más poderoso de los miembros de la OTAN, ahí donde se almacena uno de los poderes militares que pueden poner al mundo en vilo, y que termina funcionando como una policía global. Francisco, con todos los gestos y toda la cintura política, y al mismo tiempo toda la contundencia, pone la palabra en ese núcleo -una postura que no es solamente de Francisco, sino que viene también de los papas anteriores-. De la misma manera que apenas baja del avión hace mención a los compromisos de los Estados Unidos con la cuestión del cambio climático y el cuidado del medioambiente, y elogió directamente el compromiso con el cuidado de la casa común, la capacidad de balanceo, de bloqueo, de los Estados Unidos. Y la posibilidad que tiene un cambio posible de dirección de la potencia geopolítica en esas cuestiones centrales. 

 

4- ARGENTO ANCLADO EN ROMA, HABLANDO EN NEW YORK. LO QUE DICE UN “BAJADO DE LOS BARCOS” 

Francisco menciona tres veces su origen argentino durante su visita. Ocurre en el descenso del avión, en el mensaje ante los Obispos, y en el Capitolio. En la geometría de la intervención del Papa, y de lo que simboliza, uno puede ver ahí que el eje no es sólo Roma-Washington. Hay un triángulo de sentidos que se abre, junto al eje Roma-Washington, entre América del Norte-América del Sur, y, finalmente, entre Estados Unidos-Argentina. Porque hay una dimensión que conecta el triángulo, en sus dos lados y en su hipotenusa, que es el origen migrante de Bergoglio, su apellido italiano, de Papa de Roma, y las equivalencias entre el gran país del norte y nuestras pampas infinitas como países diversos, multiculturales, migrantes, no sin sus sangrientas y paralelas historias de aniquilación de los indios, de conquistas de las llanuras. De cara a los obispos, relatando los desafíos del pastoreo, y de cara a los políticos, Francisco hace una mención de lo que conoce, de lo que sabe, en el sentido del sabor, porque el origen migrante lo ha saboreado en su historia familiar. Incorpora otro nivel de interpelación, pero también otra geografía, en una cuestión donde las periferias y los desplazamientos son gajes de su pasaporte.

La migración es uno de los temas de mayor fuerza de impacto en el debate público de la agenda norteamericana. Y también en la prédica de Francisco. Están los migrantes de América Latina que viajan y perforan los muros, las fronteras. Las atraviesan, y ya son una realidad cultural, política y con perspectiva de futuro. Un actor cada vez mayor en lo que significa el peso de los latinos en Estados Unidos, llevando ellos también una forma de vivir la política, la organización y lo religioso, con una distancia y con una novedad que sorprende y fuerza el American way of life clásico.

En el tema de los latinos se ancla la gran cuestión del mestizaje. Y del mestizaje global. El planteo de Francisco sobre la bendita mezcla -de la cual Argentina también es paradigma, historia y ejemplo- evoca directamente su concepción de la fraternidad humana. Y, finalmente, de uno de sus nudos centrales: la misericordia. Ahí hay una cuestión de humanización. 

 

5- UNA INTERPELACIÓN AL PUEBLO NORTEAMERICANO

El Papa el habla al pueblo norteamericano. Y hace una apelación al modo en que se concibe En el camino hay referencias a la matriz de la democracia norteamericana, interpelando la cuestión de la libertad que está hecha carne los ciudadanos estadounidenses, y también entre los migrantes que no son reconocidos como tales. Los valores fundacionales de Estados Unidos son retomados una y otra vez, y confrontados con una pluralidad y con sus límites y desafíos.

Cuando por una cuestión de diplomacia, pero también de reconocimiento, Francisco se remonta a los padres fundadores de los Estados Unidos, nos puede hacer pensar también al arco más militante del ancho campo popular. Porque cuando se habla de la cultura norteamericana, de este lado pensamos en la decadencia, el imperialismo, lo chabacano, el mercantilismo. El Pontífice se dirige hacia ellos apelando a sus valores, a la democracia hecha carne en el pueblo, y desde ahí que hace un llamado a subordinar la economía a la política, y la política al bien común. Hay un núcleo, en la historia del gigante del norte, que Francisco retoma para dirigir su mensaje a la dirigencia, al pueblo, a la opinión pública y también es la Iglesia norteamericana, al plenario de los obispos.

¿Y cuáles son los puntos que elige para hacer una reivindicación, una puesta en valor, de la cultura política, la tradición y la historia norteamericana? Uno de los elementos que aparece con fuerza es la libertad religiosa. Un valor fundamental, basal, de los Estados Unidos. Las migraciones del Mayflower, los puritanos británicos que llegaron a sus costas, no solamente buscaban tierras, sino también la libertad religiosa. Eso Francisco lo toma, lo pone en valor, los reconoce como un aporte y una virtud a destacar de la tradición política y cultural de los Estados Unidos.

Su gesto de contacto e interrelación que en Estados Unidos, en ese centro voraz, sede de gran parte de su denuncia que es el paradigma tecno burocrático, de la voracidad mercantil y capitalista que tiene fin, es decir: “Ustedes no sólo son eso. Ustedes también son la tradición de las libertades religiosas. Ustedes también son un pueblo que ha sabido incorporar e integrar varias culturas”. 

 

6- FRANCISCO – BIDEN

Los puntos de contacto y las apuestas de todas sus interpelaciones a Estados Unidos, aquellas que en forma de agenda global encontraban una interlocución con esas tierras, sea en la cuestión del cambio climático, sea en los esfuerzos por construir puentes con Cuba, o el conflicto armado de Colombia, y después con el tema de los migrantes, entran en colisión o en todo caso “se encuentran” con el ascenso de Donald Trump. En ese momento crece la tensión de un enfrentamiento, hasta el punto que Steve Bannon, uno de los principales asesores de la Administración Trump, señaló a Francisco como uno de los principales enemigos de los Estados Unidos. Ahí hay algo. En Trump se encarnaron muchos temas candentes de nuestro tiempo, como el populismo conservador, los soberanistas o las fake news. Todo ese paradigma, lo cual también es criticado en Fratelli Tutti, fue el fenómeno Trump.

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca interrumpe ese fenómeno y abre un nuevo capítulo, con sus particularidades e incógnitas. En lo que se refiere al vínculo Francisco-Biden, vale comenzar señalando que es el primer presidente católico desde J.F. Kennedy. Sin embargo, hay un punto de contacto más inmediato, personal. En una visita al Vaticano, hubo un cruce de palabras entre ellos sobre la tragedia de la pérdida de su hijo. Más allá de la anécdota, nos interesa ver la dimensión humana detrás del poder y sus líderes. Ese plano en el que más allá de ser el presidente de los EEUU, además sos un padre llorando la muerte de un hijo. Ahí se puede oir un enunciado – aunque modificado- del psicoanalisis, esa forma contemporánea de la indagación de sí, y también a su modo de la conversión: “tu no eres -sólo- eso”. Hay reciprocidad. En esa mezcla de jefe de Estado, referente religioso y líder espiritual se abre la posibilidad de un encuentro diferente, donde juegan otras fuerzas, y donde los dolores más íntimos, de la biografía personal, desarman las jerarquías y protocolos.

Se juega una dimensión donde un hombre puede apelar a Francisco como lugar de un nuevo comienzo, de reconversión, donde los líderes son también personas. Por supuesto que hay muchas más causas para este acercamiento. Biden no deja de ser un Presidente del Partido Demócrata. No obstante, la polaridad se pone en funcionamiento, y en el gesto Francisco opera sobre ella. Uno podría escuchar, en ese registro de humanización posible, las miradas que suscitó Biden con sus recientes dichos, hablando de la subordinación de la economía a la política. Esto fue retomado por Cristina Kirchner, y más tarde por Alberto Fernández, haciendo ese juego de palabras de Juan Domingo Biden. Tal vez no sea peronista, pero sí humanista, y cristiano. Hay un punto para leer. Algo parecido se podría decir de la otra capital geopolítica y financiera de los Estados Unidos, que es el FMI. Entre el FMI y la Casa Blanca, los dos corazones, las dos interpelaciones de Francisco. 

 

7- RUTA 66 SIGLO XXI. ¿QUE HAY EN EL SAGRADO CORAZÓN DE UN IMPERIO?  

¿Cómo interpelar al imperialismo? Así podría ser el título de esta historia de idas y venidas, de viajes, gestos y palabras. Y en la intervención de Francisco aparece el latido del Sagrado Corazón, que tiene que ver con cómo se conecta el espíritu con lo más subjetivo y personalísimo de cada uno. Esos diálogos entre dos seres humanos y dos líderes políticos; ese fantasma del hijo muerto; ese acompañamiento, un poco de pastor, que pudo haber tenido Francisco en el momento trágico de la vida de Biden, es un momento de Sagrado Corazón. Una interpelación donde se juega el duro entrecruzamiento de las cuestiones humanas, desde las decisiones personales, hasta los cambios de dirección de la samaritanía política, ese viraje hacia el costado del camino que en los párrafos 77, 78, 79 de Fratelli Tutti propone una nueva arquitectura global, un cambio de mirada respecto al modo de hacerse presente en el mundo.

Aparece, entonces, otro triángulo. Uno que termina en la llama del Sagrado Corazón. Uno de sus lados es el corazón del capitalismo. El otro, ya que vivimos un tiempo interpretado en modo “apocalipsis”, el corazón de las tinieblas, como el título de aquella novela de Joseph Conrad que inspiró la película Apocalypse Now, donde un capitán relata su viaje por los ríos colonizados de África hasta encontrarse, en el corazón ardiente de la selva, frente al horror y el vacío del alma moderna. Y está, finalmente, el corazón de un pueblo.

En esta mirada del presente de la relación de Francisco con los Estados Unidos, con Biden y con la geopolítica actual, vemos una interpelación donde vuelve a brillar el movimiento que señalamos cuando hicimos una reflexión sobre Francisco y la cuestión ideológica. Es ir de la cabeza al corazón. Es tocar el corazón de la cultura, de la historia, de los pueblos, y finalmente, de los hombres y mujeres que toman las decisiones. Porque en ese momento todos podemos ser buenos samaritanos. Desde una señora de Cáritas de las diócesis de Baltimore, hasta Biden en el gobierno de los Estados Unidos, o hasta Georgina Georgieva en la gestión del FMI. Ahí hay una apuesta, y sobre todo una práctica de Francisco, que en Argentina vemos su incidencia y quizás también su resultado.

Mirando también esta lógica del aprendizaje, ¿Cómo podemos, desde Argentina, hacer el intento, de mirar la fuerza imperial de los Estados Unidos y a la vez – y a través- asomarnos al corazón de un pueblo, el pueblo norteamericano? Ahí está el núcleo de lo que hay que comprender. Pensando en la lógica del poliedro, que son los pueblos que entran en contacto en sus artistas, encuentros que pueden ser provechosos pero también conflictivos y con intereses contrapuestos. Francisco no pierde de vista eso. Pero al mismo tiempo apuesta a conjugar esos intereses contrapuestos, esas tradiciones, esas historias y esas estructuras heredades para redefinirlas y ponerlas en una perspectiva que habilita pensar en una nueva totalidad. Todos los pueblos del mundo se encuentran amenazados por la lógica del paradigma tecno burocrático. El pueblo norteamericano existe ¿Qué podemos esperar de esa porción de la población mundial en un nuevo orden mundial?

No podemos pensar ingenuamente que se desploma Estados Unidos como potencia imperial y se solucionan así los problemas del mundo. No desaparecerá del mapa ni mucho menos, en todo caso, se va a transformar en otra cosa.

En ese sentido, también Estados Unidos necesita consuelo, exorcismos, pastoreo y admoniciones. Al faro le falta luz. Y ahí donde el imperio tiene, en su vientre y de algún modo en su base, un pueblo, hay algo que hacer. Probablemente sea un milagro.

En todo caso, mientras los milagros los hace Dios y no se pueden controlar, algo de todo lo demás hay que hacerlos “en este mundo, sin ser del mundo”, como dice San Juan en su Evangelio. Por ese lado vale escuchar y releer al Papa de Flores atravesando dos veces el Atlántico, hablando en el Capitolio y atravesando la ruta 66 del siglo XXI.

  • panen77