El 17 de agosto se conmemora el paso a la inmortalidad del General José de San Martin, hombre trascendental de la emancipación nacional y pieza fundamental de la construcción mítica del relato que la sostiene. El “Padre de la Patria” o el “Santo de la espada” son los grandes títulos que nombran al general mitológico construido por Mitre y sus secuaces. Esa pátina de brumosa santidad vuelve resbalosa la poderosa rebeldía y sagaz audacia del libertador criollo. Para volverlo aprensible -cercano y sobre todo útil- no alcanza simplemente con humanizarlo. Más que mostrar sus pasiones, sensibilidades o dudas, es preciso ver a San Martín en su dimensión más política.
Politizar al “santo de la espada” implica ir más allá de la repetida escaleta del linaje Nacional-Popular: San Martín, Rosas, Perón. Ver al gobernante, gestor práctico y concreto de la redención de los pueblos libres del sur, es quizás la versión menos contada y al mismo tiempo más necesaria para hoy del “padre de la Patria”. El San Martín de Cuyo y el alto Perú, el de la consulta a los caciques y líderes pehuenches sobre la conveniencia y modo de cruzar los Andes, el del impulso industrializador. Ese punto donde la genialidad y audacia se hacen cotidianidad y disciplina, es el que más necesitamos recuperar.
La redención profética es el modo más recurrente en que se toma desde la reflexión política y teológica el tema de la salvación. Y sin embargo, entendemos que el punto más decisivo es este: como lo que salva también puede hacer Patria. El profetismo peca de utopismos, de denuncias sin proyecto. Lo que salva debe poder gobernar y lo que redime también debe nombrar a la Patria.
Franciso, en Fratelli Tuttii nombra a la Patria y lo hace en singular. Piensa en su Patria -la nuestra- para proyectarse a todas (habría que mirar hacia atrás del magisterio moderno cuantas encíclicas desde la Rerum Novarum nombran a la Patria). En torno a esta dimensión entendemos que está el núcleo de lo que el cruce entre San Martín y Francisco nos pueden ayudar a pensar: lo que redime en la teología del Mesías es profeta -en tanto denuncia y propuesta de un reino nuevo-, es sacerdote -en tanto consagra lo sagrado-, pero también es rey. Es Real, en el sentido de regio. Esta dimensión de lo real en el mesianismo, plano que la Iglesia Católica toma muy en cuenta, implica el problema del poder. Esto está en el punto de partida de esta larga historia: el cartel clavado en la parte superior de la cruz de Jesús no decía “profeta”, sino “rey” de los judíos.
La dimensión real de lo que salva. Ese es el nudo de la conversación compañera que ensayamos en la “Tertulia del Libertador”. Una charla con dos amigos de Factor Francisco -Nico Rosiki y Juan Rattenbach-, en la que cruzamos a San Martín con Francisco. Dimensionarlos en su escala universal, comprender su significación regional, operarlos para comprendernos y ponernos en salida, son algunos de los gestos y movimientos que completan y se desprenden de esta tertulia que invitamos a revivir y disfrutar.