¿Por qué tenemos que ir tan lejos para estar acá?
Para estar acá
Charly Garcia, Plateado sobre plateado
“Vengo como penitente que pide perdón al Cielo y a los hermanos por tantas destrucciones y crueldad. Vengo como peregrino de paz”
Francisco, Viaje apostólico a la República de Irak (Marzo, 2021)
Es fácil hacer la lectura lineal, y un poco cómoda acaso, diciendo apresuradamente que al visitar Iraq Francisco simplemente cumple con ser el Papa de las periferias. No porque Iraq no lo sea. Pero estamos ante otra cosa, ante algo más. Francisco va sobre todo al centro del conflicto, a un corazón del mundo -podría decirse un ombligo- y por eso también a un origen y una hondura. Va a besar un exterior y también a buscar un porvenir.
El Papa viaja como peregrino, como pastor, como penitente, como mensajero de paz: las cuatro figuras son a la vez reales, diplomáticas, políticas, espirituales. El orden de la enunciación obliga a decirlas en un orden sucesivo, pero en la práctica concreta no se distinguen unas de otras. Son esas cuatro cuestiones en esas diferentes claves, y en otras también. Cada mensaje y sobre todo cada gesto puede ser recibido en todas ellas, según la capacidad y oportunidad de quienes lo recepcionen.
Francisco va al centro de la guerra. Viejos centros que hoy son periferias y bordes destruidos y expulsados. De esos sitios donde el poder establecido supone que están los excluidos y los “cucos”, aquellos que son demonizados y al mismo tiempo considerados no humanos.
Esto es coherente en todo el trayecto de Francisco desde el inicio del papado. Desde el primer viaje fuera de Roma, a Lampedusa. Lampedusa e Iraq: donde están los expulsados y los caracterizados como enemigos. En Lampedusa los migrantes: una isla en el centro del Mare Nostrum, del Mediterrano atravesado por miles de migrantes de oriente y África. Francisco se acerca, acaricia, visibiliza y defiende a los migrantes: una dimensión y expresión de la guerra silenciosa que Europa y todo el centro lleva hace tiempo contra el Sur global. Con el mismo impulso, en la misma intención, ahora se dirige a Medio Oriente, con el mismo abrazo, al núcleo de otro conflicto que en el fondo se conjuga con los mismos problemas que heredamos de los siglos anteriores y hoy estalla ante nuestros ojos, mostrando los límites de la forma en que los hemos abordado.
La otra gran operación de acercamiento y articulación de Francisco, y ya antes Bergoglio, se plasma en proponer el encuentro de las tres grandes tradiciones monoteístas. Las grandes tradiciones espirituales que, nacidas en esas tierras, tienen para Francisco algo que decir, en una palabra que va más allá de la Iglesia y el mero encuentro interreligioso. El “en salida” de Francisco no es solo salir de la Iglesia en términos pastorales o misioneros. El Papa lo deja plasmado en sus encíclicas. Es un impulso de escucha y de construcción de una voz articulada y sinfonía, en diálogo y escucha con estas tradiciones espirituales, religiones realmente existentes, que subsisten y actúan en la base de los pueblos del mundo. Por eso, en Laudato Si dice que se inspiró en el Patriarca Bartolomé, y en Fratelli Tutti, en el Imam de Al Azhar de Egipto, Al-Azar. En el momento en que con más crudeza el capitalismo se presenta como una religión manifiesta, pluriforme pero unánimemente arrasador, con toda su fuerza, el Papa construye una polifonía y un encuentro entre todas las religiones, invitandolas a hacer su parte, corresponde, del presente y el futuro de la humanidad.
Francisco apuesta: a lo que fue expulsado, al origen, a “lo otro”, a lo que puede trascender porque guarda exterioridad, se sustrae del feroz impulso homogeneizador de la cultura contemporánea. Ese “arrasamiento por tolerancia”, esa homogeneidad canalizada por la exacerbación de algo que se autodenomina pluralismo pero es fragmentación al infinito. Frente a la dinámica que hace valer todo para que nada cuente -salvo la capacidad de transformarse en mercancía- el Papa se empeña en plantear no solo que estan los otros (los hermanos, el prójimo) sino sobre todo en que existe lo otro, lo que no está cien por ciento digerido por el capital y el paradigma tecno-instrumental. O sea: en mostrar que otra versión de la vida, de la historia y del mundo es factible.
Otra modernidad, otro modelo económico: un recomienzo. Una versión diferente que no es “alternativa”, no está afuera, sino que, desde dentro del tiempo, va al origen y desde ahí recomienza. Se articula desde lo que se expuso, se perdió y se atacó, pero no se olvidó del todo y se puede rearticular.
¿Acaso nuestra tradición nacional y popular no es otra versión del capitalismo, distinta que el capitalismo feroz y mortífero, de manera análoga a que medio Oriente es, fue y contiene aun otra posible modernidad? Y eso, en ambos casos es porque un resto vivo pudo-puede ser articulado como fuerza de recreación de la patria y el pueblo, a partir de gestos y encuentros concretos. En medio de la tormenta del mundo, los conflictos geopolíticos y las inflexiones epocales: allí se recomienza, si se cree y se fuerza lo posible.
En el nombre Francisco, con su referencia al de Asís, hay una señal de esa necesidad de recomenzar, desde ese punto anterior a que la modernidad se confundiera y fundiera con el capitalismo.
En el tiempo y en el espacio, estas parecen cosas lejanas. Pero no lo son. Y aunque se expresan en escalas y procesos que no alcanzamos, las tenemos sobre nosotros, adentro de nuestros pueblos y vidas. Nos conciernen. Fratelli Tutti: lo universal nos concierne, nos toca. En el doble sentido del tacto y el turno.
La geopolítica parece extraña a nosotros. Y la diplomacia de Francisco puede parecerle a muchos irrelevante, meramente simbólica. Sin embargo, tenemos una experiencia concreta en estos días, en este tiempo, de como lo que parece lejano está sobre nuestra piel -la de cada uno, la de todos, la de cada sociedad nacional-. Es la vacuna. La pandemia muestra que lo global no es una entelequia, que lo que se dirime políticamente toca la vida y la muerte. Y al mismo tiempo, cuando se pone en cuestión quien merece ser atendido primero y por que, a donde van las vacunas, qué y quiénes se debe salvar, está en juego un tema central desde siempre para las religiones: a quien reconocemos humano, a quien suponemos nuestros iguales. En última instancia nuestros hermanos. Por eso en la Fratelli Tutti, contra toda evidencia o primera impresión, la palabra clave no es ”hermanos”, sino la consistencia, la amplitud, la universalidad exigida por el “todos”. Ahí está la cosa.
En ese camino, tenemos que hacer un esfuerzo por reconstruir las mediaciones de cómo esto nos toca políticamente en concreto, pero también en nuestra vida concreta a distintas escalas. Es decir, ver el recomienzo en varios niveles, desde lo más individual de nuestras subjetividad -justo en un momento donde está afectada por la tecnológica, marcada por los algoritmos del capital-, y al mismo tiempo la guerra mundial, una tercera guerra mundial venida en cuotas, con este nuevo capítulo que puede ser la guerra por las vacunas.
Este viaje de Francisco es otra vuelta de rosca en su planteo general. No solo porque el encuentro con el ayatolá Al Sistani, máxima autoridad del islamismo chiita, completa lo iniciado en Egipto en lo que se refiere al diálogo y entendimiento con el mundo musulman, sino porque va a fondo con su invitación a pensar un mundo más allá de las antinomias y las enemistades. Y no como discurso que promueve la mera pacificación luego de la derrota y la destrucción, sino abrazando aquello que el centro presenta como la amenaza.
Iraq, y la región mesopotámica en general, o el mundo arabe, es una tierra habitada por un pueblo que se resiste a ser mera periferia o copia. Esa memoria de centro, centrada, que se revela en la entereza espiritual y nacional de estos pueblos es expresión constitutiva de la multipolaridad propuesta por Francisco. Lo que tienen de arista, de aspereza, pero también de contundencia , es lo que hace al poliedro. La esfera uniforme y su afán de estandarización de la vida, solo puede ser limitada y reformulada si existen pueblos capaces de discutir y disputar la globalización. Irak no se resigna a esto y por eso disputa la política de los grandes temas, principalmente el energético, con toda su riqueza y potencia detrás.
Esta otra modernidad y, mas ampliamente, esta otra forma de ser contemporaneos, anómala e indigerible para las categorías occidentales, sintetizan y conjugan de otro modo el desarrollo científico tecnológico con la dimensión religiosa y espiritual. ¿Cómo pensar más allá del paradigma tecno burocrático que presenta a la laicidad como la única vía para la modernización de una sociedad, su desarrollo y el desenvolvimiento de las capacidades científicas? Sociedades como Irak y su potencia son una oportunidad para desbordar esos límites.
Esta invitación a pensar más allá no implica desconocer el impacto democratizador de la laicidad, sino justamente posar la mirada en los límites que actualmente proyecta ese mismo proceso para los pueblos y su futuro. La pandemia ha puesto en evidencia los contornos del paradigma progresista heredado del iluminismo. Hay una crisis de sentido y de perspectivas para encarar lo que viene. En el encuentro de Francisco y el Ayatolá Sistani, pero sobre todo en el encuentro con los pueblos de la región, hay un gesto, una indicación y un signo, de este más allá, que es lo que viene.
FRANCISCO EN IRAQ. La geopolítica del Papa y la vida de los pueblos
Por Miguel Barrios
Francisco no es un pesimista de la historia, pero sabe que en el mundo de la globalización de la indiferencia, si no ponemos como centro a la persona humana, como dignificación para que seamos sujetos de la historia, todos somos descartables. Lo venía diciendo Benedicto al hablar del relativismo cultural, y Juan Pablo II lo hizo desde el punto de vista sindical con la Laborem Exercem -es inseparable Juan Pablo II del movimiento Solidaridad y la implosión en la URSS-, pero Francisco apunta al adversario principal que hoy tiene la misión pastoral. El enemigo es una globalización que nos transforma en objetos descartables en el marco de una economía casino, como él lo dice, que deja a la persona como un simple engranaje en el mercado. El Papa lo plantea ya en su programa Evangelii Gaudium, y más recientemente con Fratelli Tutti. Evangelli Gaudium es un nuevo anuncio, desde la alegría anunciar que Jesus vino al mundo a salvarnos y a recrear la acción del hombre sabiendo que todos somos hermanos, hijos de Dios. Por eso en Francisco hay una pastoral permanente de la misericordia.
Desde ese punto de vista, y con una cosmovisión política que es la característica de su conformación jesuita, Francisco viaja ahora al núcleo central de una de las regiones más conflictivas del mundo. Los grandes medios de desinformación están eclipsando esta noticia. Casi no se habla de este viaje tan importante. Nunca un Papa había estado en esta región. Se había llegado hasta Siria, pero no a esta región, ni en medio de una tercera guerra mundial de a trozos, como él lo dice.
El Medio Oriente es un conjunto de estados creado artificialmente por los grandes centros del poder en su momento con una gran riqueza en el petróleo. Los actores del escenario son varios. El estado de Israel como polo y adversario de los núcleos culturales, y por el otro lado, la guerra de una nueva organización terrorista, el estado islámico, que finalizó hace poco pero siguen permanentemente con escaramuzas. Fue una guerra muy fuerte y potente, y según estudios que he realizado el estado islámico son grupos de fanáticos financiados por occidente. No son ni un estado, ni son islámicos. Esta verdad aparece por ejemplo en Wikileaks, con Julian Assange, en archivos desclasificados. También hay declaraciones de Kissinger y de la propia Hillary Clinton. Este brazo militar con muchas armas sofisticadas entraron en Siria desde occidente y quedaron allí, porque iban hacia Irán pero fueron derrotados por las fuerzas sirias, por sectores islámicos chiitas, por la aviación rusa y por la diplomacia activa del Papa. Esto es muy importante, porque el Papa pidió en un momento determinado, con una carta pública al G7, que Estados Unidos no prosiga el avance pues iba a producirse un desastre bélico total.
En ese contexto, Francisco concibe que no puede haber paz, en el marco de una tercera guerra mundial, si no hay una ética de las relaciones internacionales. Este tema es muy poco estudiado, y significa que todos tenemos un grado de responsabilidad. La política internacional no se rige por la ley del más fuerte sino por un mundo que busca la cooperación internacional. Somos un mundo creado por dios los habitantes de esta globalización.
El islamismo es una religión que tiene un Dios, Alá, y un profeta, Muhammad. Islam significa sumisión a la voluntad de Dios. Según el Corán, el libro sagrado, a Muhammad le es revelado por el Ancárgel Gabriel su descendencia de Abrahm y su misión como último profeta. El Corán reconoce como profetas a Adán, a Juan al Bautista, a Moises, a Jesucristo; incluso reconoce a Maria. Es decir, entronca con la historia de la salvación del cristianismo. Cuando Moahmed muere en Meca, ahí donde había predicado, aparecen dos grandes líneas islamitas, el sunismo y el chiismo. El sunismo es mayoría en el mundo islámico. Considera que a los sucesores del profeta se los designa como jefes políticos territoriales en las asambleas de los seguidores del profeta. Es decir, creen en los califatos, en las jefaturas políticas. Y el chiismo, por su parte, es una línea minoritaria dentro del mundo islamico, pero que es mayoría en Iraq e Irán. El chiismo considera que en la tradición profética los sucesores del profeta Moahmed provienen, como dice el Corán, de la Casa de Mohamed. Ellos son Alí, que es el yerno de Moahmed, sus dos hijos, Hassan y Hussei, y doce Imames de descendencia directa de la casa del profeta. No es una cuestión de linaje biológico, es teológico. Alá los designó por su capacidad, por su sabiduría, herederos directos. De los doce imames, seis fueron martirizados en Iraq. El hijo de Alí, Hussei, también lo fue. Por eso Iraq es un santuario del chiismo. El duodécimo Imam, siendo todavía un niño, desapareció. Por eso lo llaman el Imán Oculto, Imam Mahdi, y el islamismo en general espera por el regreso o la aparición del Imam Mahdi para que reine la justicia universal en la tierra, así como nosotros esperamos la venida segunda de nuestro señor Jesucritso para la salvación eterna.
Cuando viaje a Irán, los Sheijs de la universidad me decían: “así como Jesucristo fue el anuncio de la venida del profeta Moahmed, muchos consideramos que la elección del Papa Francisco es el anuncio de una inminente venida del Imam Mahdi”, porque había una confluencia entre las religiones abrahámicas en un mundo donde el secularismo,del liberalismo, y la indiferencia transforma a los hombres un objetos de un engranaje superior, perdiendo un potencial creador fundado por Dios. Por entonces, el Papa ya estaba en contacto con ellos para viajar a Iraq. Por supuesto, el comentario me sorprendió.
La capital politica del Islam chiíta es Irán, pero la caipital religiosa y cultural tiene su núcleo en Iraq. Como las diferencias son políticas, no ideológicas, la invasión norteamericana ha producido un acercamiento del cual no tenemos ni idea entre el chiismo y el sunismo. El gran ayatolá Sistani, un hombre de noventa años del cual casi no se conocen fotografías, es jefe de la resistencia nacional en Iraq. Hoy Iraq tiene un gobierno que se dice pro iraní, pero en realidad no lo es. Lo que ocurre es que la patria redescubre su identidad luego de haber estado oculta por la tiranía de Sadam Hussein, surgido de un partido laico, que los mantenía unidos tirando bombas químicas a sus propios habitantes financiadas por occidente -cuando Hussein no les sirvió más, lo colgaron-. En ese contexto, hay un hermanazgo, producto de la historia, entre el ayatolá Sistani y el gran líder de la revolución islámica, el ayatolá Jamenei, que fue una revolución del espíritu en un mundo sin espíritu, en el año 79.
En muchos sentidos, Irán es un país similar al nuestro. En el año 53, contemporáneo político de Perón, el primer ministro iraní, Mosabec, pertenecía a un partido llamado Frente Nacional, apoyado por los religiosos, y una de sus grandes decisiones fue la nacionalización del petróleo. El primer golpe de estado histórico que dio la CIA vino inmediatamente después, y fue al gobierno Mosabec. De allí siguió el golpe en el año 54 a Guatemala, y en el 55 cae Peron. Es decir, la doctrina de la Seguridad Nacional violentando los regímenes diplomáticos nace con el golpe de Irán. Por otra parte, es un país que mantuvo relaciones diplomáticas históricas con Argentina desde 1902, con el presidente Roca, y hasta antes del atentado en la Embajada y a la AMIA.
El ayatolá Jomeini, clérigo chiíta, planteaba que en el centro de la política está la felicidad y la justicia social, que la democracia estaba dada en la medida en que existe una comunidad política que emana de la voluntad de Dios. Por lo tanto, puede decirse que en Irán nace la segunda teocracia del Islam -la primera fue la comunidad que creó el profeta Mohamed-. El sistema político de Irán se llama nomocracia. Hay un Ayatolá, que es el líder supremo, junto a un consejo de expertos en doctrina islámica, y luego funciona una República donde hay elecciones a presidente, gobernadores, concejales e intendentes con boletas, similar a nuestra elecciones. El manejo de las fuerzas armadas y las relaciones exteriores lo hacen en conjunto el Estado con el ayatolá y su consejo de expertos. Es decir, es una democracia basada en la tradición profética. No se entiende bien esto sin entender el Corán, donde no está fragmentada la vida entre lo privado y lo público y comunitario. Desde esa perspectiva, está el planteo de que un pueblo solamente puede ser feliz si adquiere una liberación social y nacional. “Ni con Rusia ni con Estados Unidos” fue el lema del ayatolá Joimeini durante la revolución del 79.
Ha sido una revolución muy importante, porque hablamos de un país que hoy está en la vanguardia de nanotecnología, cibernética, industria nuclear, patentamiento intelectual de sus universidades. Cuando Estados Unidos tiró una bomba viral y cibernética, Steknet, pudo neutralizarse hace ya cinco años por el conocimiento tecnológico. Es decir, estamos ante un país que demuestra que se puede ser moderno sin ser occidentales, y que se puede ser moderno teniendo como base la espiritualidad, porque la lucha por la justicia está en la tierra y por lo tanto la dimensión espiritual no es opuesta a la revolución científica. Esto le valió una acusación a Irán de oscurantista. Y este país tiene una íntima imbricación con Iraq, Yemen, Líbano. Entonces, el islami chiíta está sirviendo de núcleo articulador de la civilización islámica.
Uno puede pensar que estos síntomas de que estamos entrando a una política mundial de círculos civilizacionales. El Papa ve que el ecumenismo monoteísmo abrahmico puede servir de base a través de sus círculos culturales a un nuevo equilibrio mundial para que se produzca el poliedro. Por eso, no renuncia a su raíz, como tampoco lo hicieron Juan Pablo II ni Benedicto XVI a las suyas. El Papa viene de la tradición de la Patria Grande, que es la evangelización fundante católica y barroca, del pueblo latinoamericano. Manifiesta la unidad de la diversidad, en el continente más mariano del mundo, donde se cría, se crea y crece, y eso le sirve de inspiración para la idea de un nuevo equilibrio mundial a partir de un nuevo anuncio de la evangelización. No es la evangelización en sí, sino un nuevo anuncio del estado de misión. Porque no hay Iglesia Católica sin misión.
Pero si Francisco va más allá que sus antecesores, entre otras cosas, porque descubre el adversario. Así como la Doctrina Social de la Iglesia es inentendible sin el contexto de un socialismo comunista en el mundo, con el neoliberalismo llegamos a un intermedio en el cual nos cuesta identificar al enemigo. Conocemos las consecuencias: el egoísmo, el placer del individualismo, el hedonismo, la indiferencia por lo público, el Dios Dinero, lo material por sobre lo personal, la falta de proyectos comunitarios. Pero nos sabiamos o nos costaba comprender desde donde se generaba este mal. Antes de la caída del Muro de Berlín el enemigo podría buscarse en el liberalismo inglés y norteamircano, en la gran sociedad de consumo y de masas, que generó como reacción un marxismo cultural con el feminismo, la contracultura, el hippismo, el Mayo Francés y Mexicano, que fracasó. Existieron ciertas tendencias que nos llevaron a una carrera, inclusive en América Latina, vinculada a un cristianismo marxista, y por el otro lado el ateísmo mesiánico de la Unión Soviética, donde se creyó que podría fundarse el reino de los cielos desde un Estado cuya característica esencial era la nomenclatura.
Todo ese mundo, de golpe, desapareció con la caída del Muro. En el año 1991 el planeta era un páramo: la primera Guerra del Golfo, el nuevo orden mundial, la Pax Americana, y el triunfo del capitalismo sobre el marxismo. El intelectual que se leía en las universidades con múltiples ediciones era el japonés nortemaircano Fukuyama y su tesis del “fin de la historia”, que decía que el mundo había llegado a su fin ante el reino del liberalismo y el positivismo. El único que salió a responderle, en un momento de orfandad absoluta, fue Juan Pablo II, con la encíclica Centesimus Annus. Si bien no logra responder con la hondura necesaria, porque no se podía ver en perspectiva histórica bajo esa coyuntura, genera dos interrogantes que le dan la razón a la Doctrina Social de la Iglesia. 1) La caída del socialismo sovietico no significaba que el único modelo mundial era el capitalismo, leone en signos de interrogación el fin de la historia. 2) Juan Pablo II dice que no hay un solo capitalismo, hay muchos capitalismos, porque no se puede analizar un sistema económico sin un sistema ético. ¿Desde qué lugar crearemos y repartiremos la riqueza? Esto se está discutiendo hoy en el mundo y el Papa Francisco lo puso vigente al ir a Lampedusa.
Esa interpelación que hace Juan Pablo II no se contestó nunca. Hubo una gran oleada neoliberal todos estos años, hasta que la verdadera renovación católica se dio con esta oxigenación, desde la periferia, donde el Papa Francsio apunta directamente a que el problema es una civilización del descarte. La sociedad el descarte lleva a la humanidad a un callejón sin salida, por lo tanto, solamente desde los pueblos que logran su identidad y la movilización a través de la cultura y la defensa de sus particularidades, figura que es el poliedro de la unidad en la diversidad, la humanidad va a romper la globalización de la indiferencia.
El gran maestro mío, Methol Ferré, llamaba al nuevo adversario el ateísmo libertino. Es decir, pasamos de un ateísmo mesianico a uno libertino. Este ateísmo es una cultura mundial que vende objetos de deseo permanente. Pero dentro de ello, lo que prima es la exclusión social. Eso lo reconoce muy bien Francisco en un prólogo que le hace a un libro de Guzmán Carriquiry hablando del ateísmo libertino de Methol Ferré, cuando era Bergoglio.
¿Y qué estrategia crea Francisco? La de un ecumenismo en el cual hay que ir de las periferias al centro. Porque Iraq es un centro, no una periferia. Es volver a los antiguos centros, que parecen periferias pero que son centros, porque es donde se está movilizando la sociedad mundial en un momento donde la Europa clásica está cansada. Occidente tiene sociedades que han entrado en un amesetamiento material, producto de que ellos son víctimas de su propio amesetamiento libertino. El abrazo que se da en Iraq entre el Papa y el ayatolá Sistani, ganador de una guerra feroz con su pueblo, que pregona las mismas banderas de la justicia y la felicidad, tiene la profundidad de darle un horizonte esperanzador a la humanidad.
ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO (Fragmentos)
Francisco, Bagdad – 5 de marzo de 2021
Que Dios nos conceda caminar juntos, como hermanos y hermanas, con la «fuerte convicción de que las enseñanzas verdaderas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz; […] del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común» (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dabi, 4 febrero 2019).
Mi visita se lleva a cabo en un tiempo en que el mundo entero está tratando de salir de la crisis por la pandemia de Covid-19, que no sólo ha afectado la salud de tantas personas, sino que también ha provocado el deterioro de las condiciones sociales y económicas, marcadas ya por la fragilidad y la inestabilidad. Esta crisis requiere esfuerzos comunes por parte de cada uno para dar los pasos necesarios, entre ellos una distribución equitativa de las vacunas para todos. Pero no es suficiente; esta crisis es sobre todo una llamada a «repensar nuestros estilos de vida […], el sentido de nuestra existencia» (Carta enc. Fratelli tutti, 33). Se trata de que salgamos de este tiempo de prueba mejores que antes; de que construyamos el futuro en base a lo que nos une, más que en lo que nos divide.
En las últimas décadas, Irak ha sufrido los desastres de las guerras, el flagelo del terrorismo y conflictos sectarios basados a menudo en un fundamentalismo que no puede aceptar la pacífica convivencia de varios grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas diversas. Todo esto ha traído muerte, destrucción, ruinas todavía visibles, y no sólo a nivel material: los daños son aún más profundos si se piensa en las heridas del corazón de muchas personas y comunidades, que necesitarán años para sanar. Y aquí, entre tantos que han sufrido, no puedo dejar de recordar a los yazidíes, víctimas inocentes de una barbarie insensata y deshumana, perseguidos y asesinados a causa de sus creencias religiosas, cuya propia identidad y supervivencia se han puesto en peligro. Por lo tanto, sólo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano. A este respecto, la diversidad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí por milenios, es un recurso valioso para aprovechar, no un obstáculo a eliminar. Hoy, Irak está llamado a mostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil.
ENCUENTRO INTERRELIGIOSO (Fragmentos)
Francisco, Llanura de Ur – 6 de marzo de 2021
Miramos al cielo. Contemplando el mismo cielo después de milenios, aparecen las mismas estrellas. Estas iluminan las noches más oscuras porque brillan juntas. El cielo nos da así un mensaje de unidad: el Altísimo que está por encima de nosotros nos invita a no separarnos nunca del hermano que está junto a nosotros. El más allá de Dios nos remite al más acá del hermano. Pero si queremos mantener la fraternidad, no podemos perder de vista el Cielo. Nosotros, descendencia de Abrahán y representantes de distintas religiones, sentimos que tenemos sobre todo la función de ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar la mirada y la oración al Cielo. Todos lo necesitamos, porque no nos bastamos a nosotros mismos. El hombre no es omnipotente, por sí solo no puede hacer nada. Y si elimina a Dios, acaba adorando a las cosas mundanas. Pero los bienes del mundo, que hacen que muchos se olviden de Dios y de los demás, no son el motivo de nuestro viaje en la tierra. Alzamos los ojos al Cielo para elevarnos de la bajeza de la vanidad; servimos a Dios para salir de la esclavitud del yo, porque Dios nos impulsa a amar. La verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo. En el mundo de hoy, que a menudo olvida al Altísimo y propone una imagen suya distorsionada, los creyentes están llamados a testimoniar su bondad, a mostrar su paternidad mediante la fraternidad.
Desde este lugar que es fuente de fe, desde la tierra de nuestro padre Abrahán, afirmamos que Dios es misericordioso y que la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano. Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión. Es más, nos corresponde a nosotros resolver con claridad los malentendidos. No permitamos que la luz del Cielo se ofusque con las nubes del odio. Sobre este país se cernieron las nubes oscuras del terrorismo, de la guerra y de la violencia. Todas las comunidades étnicas y religiosas sufrieron. Quisiera recordar en particular a la comunidad yazidí, que ha llorado la muerte de muchos hombres y ha visto a miles de mujeres, jóvenes y niños raptados, vendidos como esclavos y sometidos a violencias físicas y a conversiones forzadas. Hoy rezamos por todos los que han padecido semejantes sufrimientos y por los que todavía se encuentran desaparecidos y secuestrados, para que pronto regresen a sus hogares. Y rezamos para que en todas partes se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; que son derechos fundamentales, porque hacen al hombre libre de contemplar el Cielo para el que ha sido creado.
El terrorismo, cuando invadió el norte de este querido país, destruyó de manera brutal parte de su maravilloso patrimonio religioso, incluyendo iglesias, monasterios y lugares de culto de diversas comunidades. Sin embargo, incluso en ese momento oscuro brillaron las estrellas. Pienso en los jóvenes voluntarios musulmanes de Mosul, que ayudaron a reconstruir iglesias y monasterios, construyendo amistades fraternas sobre los escombros del odio, y a cristianos y musulmanes que hoy restauran juntos mezquitas e iglesias. El profesor Ali Thajeel también nos ha contado sobre el regreso de peregrinos a esta ciudad. Es importante peregrinar hacia los lugares sagrados, es el signo más hermoso de la nostalgia del Cielo en la tierra. Por eso, amar y proteger los lugares sagrados es una necesidad existencial, recordando a nuestro padre Abrahán, que en diversos sitios levantó hacia el cielo altares al Señor (cf. Gen 12,7.8; 13,18; 22,9). Que el gran patriarca nos ayude a convertir los lugares sagrados de cada uno en oasis de paz y de encuentro para todos. Él, por su fidelidad a Dios, llegó a ser bendición para todas las familias de la tierra (cf. Gen 12,3). Que nuestra presencia aquí, siguiendo sus huellas, sea signo de bendición y esperanza para Irak, para Oriente Medio y para el mundo entero. El cielo no se ha cansado de la tierra, Dios ama a cada pueblo, a cada una de sus hijas y a cada uno de sus hijos. No nos cansemos nunca de mirar al cielo, de contemplar estas estrellas, las mismas que, en su época, miró nuestro padre Abrahán.
(…)
El camino que el Cielo indica a nuestro recorrido es otro, es el camino de la paz. Este requiere, sobre todo en la tempestad, que rememos juntos en la misma dirección. No es digno que, mientras todos estamos sufriendo por la crisis pandémica, y especialmente aquí donde los conflictos han causado tanta miseria, alguno piense ávidamente en su beneficio personal. No habrá paz sin compartir y acoger, sin una justicia que asegure equidad y promoción para todos, comenzando por los más débiles. No habrá paz sin pueblos que tiendan la mano a otros pueblos. No habrá paz mientras los demás sean ellos y no parte de un nosotros. No habrá paz mientras las alianzas sean contra alguno, porque las alianzas de unos contra otros sólo aumentan las divisiones. La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad. Pidámoslo en la oración para todo Oriente Medio, pienso en particular en la vecina y martirizada Siria.
El patriarca Abrahán, que hoy nos congrega en la unidad, fue profeta del Altísimo. Una profecía antigua dice que los pueblos «de las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas» (Is 2,4). Esta profecía no se ha cumplido, al contrario, espadas y lanzas se han convertido en misiles y bombas. ¿Dónde puede comenzar el camino de la paz? En la renuncia a tener enemigos. Quien tiene la valentía de mirar a las estrellas, quien cree en Dios, no tiene enemigos que combatir. Sólo tiene un enemigo que afrontar, que está llamando a la puerta del corazón para entrar: es la enemistad. Mientras algunos buscan más tener enemigos que ser amigos, mientras tantos buscan el propio beneficio en detrimento de los demás, el que mira las estrellas de las promesas, el que sigue los caminos de Dios no puede estar en contra de nadie, sino en favor de todos. No puede justificar ninguna forma de imposición, opresión o prevaricación, no puede actuar de manera agresiva.
(…)
Las heridas del pasado sólo se pueden sanar con los demás. La señora Rafah nos contó el ejemplo heroico de Najy, de la comunidad sabea mandea, que perdió la vida intentando salvar a la familia de su vecino musulmán. ¡Cuántas personas aquí, en el silencio y la indiferencia del mundo, han emprendido caminos de fraternidad! Rafah nos relató también los sufrimientos indescriptibles de la guerra, que ha obligado a muchos a abandonar casa y patria en busca de un futuro para sus hijos. Gracias, Rafah, por haber compartido con nosotros la voluntad firme de permanecer aquí, en la tierra de tus padres. Que quienes no lo lograron y tuvieron que huir encuentren una acogida benévola, digna de personas vulnerables y heridas.
Fue precisamente a través de la hospitalidad, rasgo distintivo de estas tierras, que Abrahán recibió la visita de Dios y el don, que ya no esperaba, de un hijo (cf. Gen 18,1-10). Nosotros, hermanos y hermanas de distintas religiones, aquí nos hemos encontrado en casa y desde aquí, juntos, queremos comprometernos para que se realice el sueño de Dios: que la familia humana sea hospitalaria y acogedora con todos sus hijos y que, mirando el mismo cielo, camine en paz en la misma tierra.