Las frases y consignas de Francisco son fácilmente traducibles en #hashtags para las redes. Las lanza como invocaciones para que queden incorporadas a las cosas de todos los días. Y también como referencias compartidas para encontrarnos. Como contraseñas. El destinatario es el mundo entero, pero entre las mil tribus y segmentos, la juventud se destaca. En tiempos de hiperdiferenciación, terraplanismo y plataformas digitales globales, acá van unas coordenadas para recrear una solidaridad intergeneracional que reavive el fuego de les pibes.
«Ser joven, más que una edad es un estado del corazón«
Exhortacion post sinodal Christus Vivit, Francisco
#PayasosDeLaHistoria
#FF tiene un abrazo como contraseña y, de algún modo, logo. Francisco y Maradona. Maradona y Francisco. No queda claro quien se reporta con quien. Un encuentro que podría ser el momento más surreal de la historia nacional. Casi un cuento de Fontanarrosa. El Papa argento y D10s, el lleno de nuestras humanas pasiones, el pecador y barrilete.
Cuando se realizó el II Encuentro Nacional de Jóvenes de Rosario de 2018 llevamos un calco que decía “Lío del bueno. Cuando el pueblo cree”. Las reacciones de los pibes cuando se las entregamos eran buenísimas. Los ojos se posaban primero sobre el blanco de Francisco y después se iban a la sonrisa del Diego. Algunos no entendían. “¿Por qué con Maradona?”. Unos pocos recortaban al Diego con tijeras: los separaban. Otros, flasheaban. Sentían que esa imagen les confirmaba una intuición. En ambos casos, surgía la pregunta. ¿Por qué? Nuestra respuesta: que el pueblo no es solamente sus figuras habituales sino también, y sobre todo, los encuentros inesperados y sorprendentes. Incómodos incluso, pero desafiantes también. El de las pasiones, las controversias, las tragedias, las miserias y genialidades de las multitudes. Y de cada uno. Maradona es una de las síntesis de todo eso.
En ese encuentro de varios días organizado por la Iglesia Católica se encontró una parte grande del espectro de jóvenes que tiene algún tipo de participación en ámbitos de la misma. En un mensaje enviado en video, Francisco la picanteó. “Algunos sueñan con un futuro utópico, ‘la historia ya pasó, lo de antes no, ahora empieza… Ahora no empieza nada. Te la vendieron. Los que te dicen que los héroes nacionales ya pasaron, que no tiene sentido, que ahora empieza todo de nuevo. Reíteles en la cara. Son payasos de la historia”.
Negar la historia tiene mucho de negar al pueblo. Porque de alguna manera, el pueblo es una identidad compartida y también tiene mucho de destino común. Francisco apuesta por avivar el gusto espiritual de ser pueblo: que los jóvenes se encuentren con la conciencia de ser sujetos históricos y escaparle a la tentación de prestarse al papel de tristes animadores o alegres consumidores de la debacle universal.
En el punto donde habla de “gusto espiritual” también Francisco propone otra cosa que no es sólo exterior y colectiva, sino singular y subjetiva. Tiene que ver con las biografías y las trayectorias de cada cual. El tipo de vida y de gente que queremos o podemos ser. Posición. Los payasos abundan como interlocutores, interpeladores, y como modelo insistente. No solo son modelos de una mirada sobre el presente y la memoria: son propuestas de lugares desde donde constituirse como sujetos.
#SolidaridadIntergeneracional
Hay pibes que nunca consiguen laburo y viven de changas. También hay mucha porquería rompiendo a los pibes. La pasta base. Que aferra por la química pero también desde el alma. Se sabe que hay mucha violencia, mucha fractura y mucha incertidumbre. En el otro extremo, los mayores son subestimados, ignorados y despreciados. Se los pone en un lugar de lastre cultural, social… incluso fiscal.
La solidaridad intergeneracional es un concepto de Francisco con el que insiste una y otra vez. Está desarrollado como tal en Laudato Si. Ahí lo presenta como una conciencia de que “el tiempo es superior al espacio”: Y una implicancia: que las decisiones sobre los recursos y los bienes no pueden ignorar que hay generaciones que dependerán de ellos y justamente por eso deben ser contemplados y participados. También que la sabiduría de los mayores, de la tradición y lo que ya fue tiene un sentido que debe ser comprendido para dar continuidad y raíces al futuro.
“La liberación de la Patria no es tarea de una sola generación”, dice una célebre consigna política del movimiento popular en Argentina. La imagen de un argentino de 70 años –uno nacido en 1950- rematando en un barrio trabajador del conurbano a su compatriota de 24 años –nacido en 1996-, es un síntoma de la fractura social que nos dejó la ruptura de una sociedad que garantizaba un piso de dignidad. El hecho aparece en el centro de una narrativa que redobla esa experiencia y la transforma, más que en debate público, en imagen fatal de lo que somos.
Recrear la solidaridad intergeneracional implica un reconocimiento mutuo que permita conjugar el esfuerzo de hombres y mujeres que hicieron de la cultura del trabajo una identidad, con la potencia de les pibes que viven, luchan, sueñan y también pueden refundar el horizonte de una Argentina justa, libre y soberana.
Los rostros, los rotos y lo roto. Reconocimiento y espejo, exclusiones y estigmas, herida y fractura. Por ahí hay una propuesta de esa palabra controversial en nuestra historia, pero que puede adquirir nuevas resonancias: reconciliación. La cultura del encuentro tiene estas dimensiones demográficas, sociológicas y propiamente sociales. Pero también existenciales.
#TierraTechoTrabajo
Francisco es un gran publicista. No solo por su largo ejercicio de pastor, sino también porque tiene la claridad o la picardía de que hay que hablarle al deseo del pueblo. Haciendo síntesis. Lo que lanza como consignas o invocaciones, está preparado para ser “campaña”, líneas de articulación y condensamiento, para orientar, reunir y encarar tareas fundamentales. También tienen la permeabilidad para transformarse en significantes masivos que pueden resumirse en un #hashtag. Francisco no leyó probablemente a Laclau ni sigue a Duran Barba ni imita a Perón. Lo que pasa es otra cosa: conoce y le tocó pastorear a la sociedad -el pueblo- sobre los que estos piensan, operan o conducen. Y el mismo es parte de ese pueblo.
Tierra, Techo y Trabajo es quizás la más emblemática de estas consignas. Una de las más tempranas y acaso de las más permanentes. Fue el modo en que Francisco resumió el conjunto de demandas, necesidades y anhelos de los movimientos populares del mundo. La complejidad de cada territorio, donde los descartados de la globalización (de la indiferencia”) se organizan y luchan para alcanzar la dignidad, pero que contiene también el riesgo de su propia fragmentación, contenida en una agenda común que comprende a todos y a la vez echa manos sobre los nudos que hay que desatar para revertir la cultura del descarte. Por ahi es el intento o la propuesta. En todo caso, el modo en que entendemos debe ser recepcionada, tomada, ”respondida”.
También es una agenda que puede ser un factor ordenador para la fuerza y la voluntad de los jóvenes de “hacer nuevas todas las cosas”. En la negación de la tierra, la falta de techo y la destrucción del trabajo la desigualdad se hace carne. Argentina tiene las condiciones, la capacidad y la memoria para hacer que las tres T no sean una agenda utópica sino una realidad que puede ser construida con decisiones concretas, apuestas colectivas y un protagonismo del pueblo.
También una agenda generacional. En dos sentidos: tarea para lo colectivo, pero también, otra vez, proyecto de vida para cada uno, una y une.
#HaganLio
Pero fue “Hagan lío” la primera frase del papa que se hizo “hashtag”. La dijo a los jóvenes argentinos en Río de Janeiro, en la jornada mundial de la juventud. También fue probablemente, la que más rápidamente cayó en la zona de las muletillas inofensivas.
Una triple matriz -que es la misma, al final- la desactiva. La medianía pastoral, que confunde hacer lío cuando te lo pide el Papa con hacer un pesebre viviente o cantar fuerte una canción, es la primera. Es fácil ver cómo esta perspectiva está agarrada a un concepto más bien pacato de lo que las clases medias consideran que es un lío y hacer lío. En el hall del Centro Cultural Recoleta, reciclado por el gobierno liberal de la ciudad como templo del hip hop y las culturas juveniles, un gran mural reza:”la libertad es una responsabilidad”. Todo dicho. La cultura eclesiástica está fuertemente articulada con esta ideología de los sectores medios urbanos. Por último, la idea de rebeldía que articula los arquetipos mediáticos de la cultura masiva con los restos tristes de mayo del 68, cierra el círculo de neutralización.
Lio viene de liar, y liar viene de ligar. Un lío es un atado de cosas varias, ligadas entre sí. Es conectar lo que nadie había conectado antes y parece que desentona, desafina y, quizás también, desafía. Nosotros decimos que hacer lio posta, si te lo dice el Papa, tiene que ser más bien un lío que incluso le pueda molestar al Papa mismo.
El Papa pide lío porque se encuentra con una institución -y un mundo de la que ella es imagen y de algún modo fue fuente-, que demanda un recomienzo. La cultura “que se pasó de rosca” de la que habló en esa misma oportunidad con los jóvenes argentinos, tiene en su corazón el exceso de orden que terminó cristalizando y pudriendo muchas cosas. Es un orden terrible por lo siguiente: se reproduce vendiendo y proponiendo también su versión rebelde. Trastoca conservadurismo y transformación.
Entonces, en el pedido de lío a los jóvenes, hay que dar una vuelta completa para no desperdiciar la oportunidad malinterpretando -por exceso de comodidad- el pedido. Hacer lío es conectar, conjugar cosas inesperadas. Ligar a la práctica aquello que la movilice más, que la trastoque, que la incomode. Que la mestiza de nuevo con lo vivo. Ahí mismo está la cuestión de “jueguen al borde”, que es el otro pedido que le hizo Francisco a los jóvenes en el Sínodo.
#JueguenAlBorde
Es fronterizo el Papa. Quien propone la salida es de frontera. Jueguen al borde es una propuesta de transformación de las fronteras. Modo de juego y lugar de acción. Sitio institucional. Periferia de la cancha. Jugar al borde es transformar el contorno.
Lo que implica “hacer lío” en términos de práctica, lo plasma el borde como tarea de construcción organizativa. Construcción de nueva comunidad organizada, apùestas por instituciones con otras figuras como posibles. Vale para la Iglesia. Vale para el pueblo. Vale para la comunidad. Y vale para la vida y el mundo.
La frontera es el lugar de lo nuevo, del afuera que no es mero exterior desconectado, y también el lugar donde se juega el agotamiento del centro si este lo tomara todo.
El planteo de Francisco tiene algo interesante en este sentido: más que criticar “el sistema”, critica el paradigma. O sea, lo que organiza al sistema. Lo señalamos porque por acá va la cosa de jugar al borde de la cancha, de las reglas, de lo institucional. Tiene que ver con esto: con el destino de la rebeldía.
Francisco no es progresista. No es “el gran reformador”.
Por eso muchos de los que esperan simples revoluciones, se decepcionan, se confunden o se desconciertan con él. Estamos sobre todo ante un gran desconcertador. El Papa sabe -podríamos decir “los Papás” saben- que la institucionalidad es totalmente necesaria par que tengan sentido y destino los cambios. Este Papa en particular, por situación, oportunidad, formación y opinión, sabe que el dilema conservadurismo-progresismo no lleva a ninguna parte. Que se trata de otra cosa. Porque en el momento en que el capital se dispone a disolver toda institucionalidad, toda verdad, la cuestión de mantener instituciones y verdades se vuelve estratégico para que el lío no se quede en mero ruido mercantilizado en colores pero, finamente, de cotillon.
“Todo lo sólido se desvanece en el aire” es el efecto y la estrategia, como bien lo vio Marx y por eso lo puso magistralmente en el manifiesto comunista. La mercancía lo disuelve todo con su espíritu jovial y fluido. Los jóvenes y la juventud son en ese sentido el modelo de consumidor y de mercancía a la vez. Por eso la indicación doble de jugar para adelante y de jugar al borde, es estratégica. Porque supone canalizar la energía en juego para que ganemos el juego los humanos y no el capital, los jóvenes y no la televisión, los pibes y pibas y no sus fantasmas-zombies diluidos en el resplandor de las pantallas y el algoritmo de las corporaciones.
#Poliedro
No alcanza la opinión, sin embargo. Ni siquiera meramente el diálogo. Esta tarea demanda doctrina. Encontrar unas claves compartidas que sirvan como criterios de discernimiento en la construcción, más allá de cualquier estructura orgánica y en algún punto más allá o atravesando cada situación y posición. Las disputas que existen y las que aparecerán a partir del desenvolvimiento de las tareas actuales, va a requerir vocación de unidad y práctica de confluencia. Pero también eso que la cultura política moderna niega siempre como efecto totalitario (“adoctrinamiento”): requiere doctrina.
Francisco aporta dos imágenes-concepto, tan marketineras como desacopladas del pensamiento hegemónico del mercado global, para esta tarea. Son a la vez doctrina y al mismo tiempo ideas orientadoras de como crear doctrina.
Poliedro. Una forma, una imagen, una nueva arquitectura que va más allá de la esfera. Una apuesta por la diversidad y la diferencia, no tanto entre pares como entre pueblos. También de sectores sociales y actores (“sean poetas”, les dice Francisco, en otra llamada a romper la palabra sin aristas con la fuerza de la poesía y lo propio) que alimentando su alma puedan dotar de sentido a diversos y diferentes que en esa identidad se encuentren para hacer juntos la historia. El poliedro le vuelve a poner impurezas, imperfecciones pero sobre todo realismo al supuesto diálogo, fluido pero sin significado y sin consecuencias, que proponen los tecnócratas de la democracia global y la opinión pública. En tiempos de terraplanismos y de plataformas digitales globales, una visión para mirar el planeta, la patria, las instituciones y las organizaciones, con vocación de unidad, esperanza y futuro. Con una imagen ordenadora que a su vez garantiza apertura.
Los cuatro principios. En su “manual de conducción pastoral”, la Evangelli Gaudium, Francisco propone cuatro criterios de discernimiento para la construcción de un pueblo, que llegaron a ser afiches pop pegados en el microcentro porteño. Antes migraron de la carta de la hacienda de Figueroa de Rosas a Quiroga de 1834 al magisterio de la Iglesia Universal. La unidad prevalece sobre el conflicto; el tiempo es superior al espacio; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a las partes. En esos cuatro principios hay toda una doctrina de fondo que debemos recuperar, incorporar y revitalizar. Proyectar lo que somos a escala universal.
Se puede decir de otra manera: hacer universal lo que nos ha pasado, los dolores y dramas pero también los heroísmos y las apuestas.
#LapatriaAlHombro / #PlanParaResucitar / #ProtagonizarLaSalida /
Son tres interpelaciones que en este momento se articulan y pueden hacer algo así como el escenario de acción de la juventud. Como si las tres conformarán un escenario cuya cuarta pared se abre hacia el espacio de todos, el público, las gentes, nuestra sociedad, el mundo, la pandemia, la deuda, la educación, la salud, el trabajo, la música y el baile.
La patria al hombro porque hay fuerza para levantarla y cuidarla, si cabe como “sansones”, pero sobre todo como samaritanos. Porque lo contrario de los payasos no son yuppies ni quebrados: son les solidarios que “se salen del camino” para levantar a los caídos, pero hacen de esa desvió su camino. Así, la Patria no se vuelve carga sino amor-proyecto.
Plan para resucitar, que siempre es un plan de renacimiento y re-generación. La resurrección es una insistencia primaveral en la historia. Re-generación: ser generación porque de lo original, lo propio, lo generante se hace plan y propuesta. Criterio y diseño. Imagen propia de donde queremos habitar y hacer.
Y protagonizar la salida: de la Iglesia -como lo ha dicho desde el principio el Papa-, de la crisis de la pandemia y de esta civilización que “se pasó de rosca”. Pero sobre todo de la indiferencia y de la resignación.
El amor rejuvenece. A todos.
Así cierra la exhortación de Francisco posterior al sínodo de jóvenes.
“Y al final… un deseo. Queridos jóvenes, seré feliz viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos (necesitamos) su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos.”